Aprendiendo a aprender mejor

Leer requiere gran energía

La relación entre un escritor y un lector se asemeja muchísimo a un pitcher lanzando una pelota de béisbol a un catcher.

Esta idea de Mortimer J. Adler, nos invita a pensar en el gran nivel de actividad y energía que se entrega al momento de leer. El pitcher, es decir, el autor, el escritor, es vehículo y articulador de su mensaje.

Aunque muchos autores actuales conocen muy bien a sus lectores, muchos de los grandes libros y las grandes historias escritas en la antigüedad, no fueron escritos pensando en un lector del siglo XXI, y algunas veces, por ello, como lectores, nos parece difícil seguir a un autor de la antigüedad, si lo único que utilizamos para leerlos es una decodificación directa de la letra escrita.

El catcher, pone todo su esfuerzo y empeño, en cachar la pelota. A veces es suficiente, y a veces no. Siempre hay más formas de empezar a leer mejor.

Lectura y escritura; ¿cómo lo aprendimos?

Le tengo mucho cariño a mi niñez, a mi escuela y todo lo que aprendí en ella. Cuando hablo de “mi escuela” me refiero a todos los institutos, colegios y universidades donde me formé. Fueron varios, y estoy agradecida por todos y cada uno de ellos.

Decidí en mis 20s (y de eso ya hace más de dos décadas), aprender a escribir ficción, y me inscribí a la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Intuía que además, me ayudaría a tener mejor redacción para mi trabajo. Se trataba de escribir mejor. No necesariamente de leer mejor. En esa época yo asumí que ya sabía leer muy bien. Para mi cerebro la decodificación ya era automática, y por qué no habría de serlo cuando se ostentan grados académicos que dicen que hemos terminado licenciaturas, ingenierías, y a veces, hasta maestrías y doctorados.

Lectura y escritura; ¿cómo lo aprendimos?

Le tengo mucho cariño a mi niñez, a mi escuela y todo lo que aprendí en ella. Cuando hablo de “mi escuela” me refiero a todos los institutos, colegios y universidades donde me formé. Fueron varios, y estoy agradecida por todos y cada uno de ellos.

Decidí en mis 20s (y de eso ya hace más de dos décadas), aprender a escribir ficción, y me inscribí a la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Intuía que además, me ayudaría a tener mejor redacción para mi trabajo. Se trataba de escribir mejor. No necesariamente de leer mejor. En esa época yo asumí que ya sabía leer muy bien. Para mi cerebro la decodificación ya era automática, y por qué no habría de serlo cuando se ostentan grados académicos que dicen que hemos terminado licenciaturas, ingenierías, y a veces, hasta maestrías y doctorados.